A ti que te aletargas en el día
y te sobresaltas con cada ocaso
Que no quieres dejar la fiesta
y que la noche ambicionas
A ti que pasas del degustar a las arcadas
que al salir de la iglesia
no encuentras más cielo que una sonrisa
y tropiezas cuando estás bien
Tú que ruges del dolor
y del aburrimiento agonizas
Que entras en éxtasis por una brisa
y por un rasguño ardes en el infierno
Ay de ese dolor de cada latido
con el que marcas el tiempo
Ay de ese eco que tratas de callar
tragándote el mar