domingo, 29 de marzo de 2020

A casa

Zarpé de un verdadero amor, de una guerra primavera.

Mientras se mataban en esa llanura, en esa playa
entonaba la humareda de las brasas de la batalla y de los sacrificios,
que ascendía para alegrar al Dios durmiente.

Cuando entré en sus murallas a saquear, eran el misterio de la suavidad de sus olas.
Y el mar, paciente y sabio, mantuvo conmigo su pacto de maldición
dejándome por más de veinte años en esa prisión despoblada de barrotes.

Ahora que pongo un pie vacilante en la orilla de este tejido
quiero hacer mi última matanza,
pero si pierdo un segundo más
tendré que comenzar desde el principio.

Sé que todos sueñan con volver a Ítaca
Pero en esto no me les parezco:
Yo a mi casa llego cuando despierto

.

Esos cantos...

A quién le importa algo más que esos cantos. Que entonados no funcionan. Que cortan mejor que sus filos. Que avalanchan cuando los piso. ...