No hay desierto tan desolado como para que no me causes olvidarte.
Sin pesar, inamovible, cada día tus ondas me extravían
Con cuál vestidura de plomo podría soportar la radioactividad de tu capricho:
La de tu valiente cruzado, tu obediente jesuita, tu alto dignatario o tu mendicante carmelita
O la de tu consumido anacoreta, tu ebrio pontífice, el campeón de tu ortodoxia o tu irredento hereje
Ni siendo tu testigo cercenado ni de tus lapsi el más arrepentido
En cambio debo contigo reconciliarme sin dormir,
Descansar sin detener y consentir sin entender
Amarte sin esperanza y sin fe creer
Sufrirte sin queja y gozar cuando aconteces
Debo hacer todo al revés de como nunca estuvo prescrito