Me saca de mi casa temprano en la mañana y cada noche me cuesta volver a entrar después de que me canso de esperar a que se duerma.
Cuando por fin estoy en mi cama, de nada me sirve aplastar mi cabeza con la almohada, pues sus ladridos espumosos resuenan muy adentro.
En las mañanas, cuando consigo llegar a la cocina a tomar café, lo veo en la ventana ladrando a los camiones que pasan por la calle.
Entonces nos miramos y no sé si es que ambos sonreímos o tenemos ese gesto que hacen los perros cuando están cansados